Auto de Ayer

Ford Bronco, la interesante historia de un mítico aventurero

El Bronco está de regreso después de casi 25 años de ausencia, acontecimiento que nos sirve de pretexto para repasar la historia de este icónico modelo. Cinco generaciones le bastaron para estampar su nombre en la inmortalidad, dejando tras de sí millones de admiradores y una respetable tasación en las unidades pertenecientes a las primeras series.

La década del sesenta estaba comenzando y en Estados Unidos se vivía un esplendor industrial y económico, había dinero para adquirir bienes y los excombatientes de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra de Corea disfrutaban de la vida a manos llenas, privilegio que por supuesto se merecían con creces.

Las pasadas glorias del Jeep Willys eran recordadas con mucho cariño por esos hombres de armas, ya insertos en la vida civil, razón por la cual esos ejemplares eran adquiridos y reparados para usarse en paseos los fines de semana e incluso para realizar algunas actividades laborales. De esos Willys quedaba poco, así que la tarea de buscar refacciones o unidades completas se tornaba cada vez más difícil.

Fue en ese momento cuando Donald N. Frey, el entonces responsable de la gerencia de productos de Ford Motor Company, detectó una oportunidad para que la firma del óvalo participara de ese incipiente interés por los automóviles equipados con doble tracción; era un recurso técnico más común en la industria que en el uso particular.

El agudo instinto de Frey tiempo atrás había ayudado al nacimiento del Mustang, formando equipo con Lee Iacocca, y nuevamente el alto ejecutivo tenía frente a sus ojos un interesante desafío. De estar en lo correcto, y de hecho lo estuvo, Ford Motor tendría en su catálogo no uno sino que dos productos exitosos… porque el Mustang le estaba reportando enormes beneficios.

Así fue como el 11 de agosto de 1965 se presentó internamente un digno rival para el Jeep Willys o más bien dicho para el CJ, que era el nombre que se le dio a la generación de posguerra. Para graficar la naturaleza de ese nuevo producto Ford le echó mano a otra denominación ecuestre, para acompañar a Mustang, un apelativo tan bien pensando que de inmediato se grababa en la mente: Bronco.

Todo bien hasta aquí, pero en esa misma mesa había otro comensal con el que Ford y Jeep debían compartir el banquete, y este era el pequeño fabricante de Indiana International Harvester. Su modelo Scout sirvió de inspiración al Bronco, más que el Jeep CJ, del que se tomó el diseño cuadriforme de la carrocería y se replicaron sus habilidades fuera del asfalto; desafortunadamente para International Harvester, Ford era un rival con el que no podía competir.

La génesis del Bronco

La presentación formal del Ford Bronco se llevó a cabo iniciando 1966, y ese nuevo modelo gustó de inmediato gracias a su simpático y espartano diseño, para luego convencer a los escépticos mediante sus indiscutibles capacidades para el off road. Y para endulzar aún más la receta se ofrecieron tres variantes, todas de trocha corta y con la posibilidad de elegir opciones de dos puertas, con techo removible o una pickup con espacio para dos ocupantes.

En un anuncio publicado en la prensa estadounidense se leía la frase “sport utility vehicle”, vehículo utilitario deportivo en español, y aunque a Ford no se le atribuye la creación de esta categoría sí fue la marca la que acuñó esa denominación; el problema era explicarle a los potenciales clientes lo que esas tres palabras significaban. Pero los hábiles publicistas de la firma estadounidense se las ingeniaron para hacerlo.

El debutante Ford Bronco estaba equipado con un motor de seis cilindros en línea que cubicaba 2.8 litros y que producía 105 CV, impulsor que era asistido por una transmisión manual de tres velocidades. En una segunda atapa se agregaron dos plantas motrices en V8, una de 4.7 y otra de 4.9 litros… en su primer año se vendieron 23.776 unidades del Bronco, de las cuales 12.756 correspondían a la variante de dos puertas con techo rígido.

En 1969 este ágil todoterreno, cualidad que obtenía de su irrompible tracción a las cuatro ruedas y de su corta distancia entre ejes, se adjudicó la extenuante competencia Baja 1000, una carrera que se disputa en la inclemencia geográfica de la península de Baja California. Desde ese momento el Bronco se convirtió en uno de los máximos referentes para los fanáticos del off road, con la ventaja de ser un automóvil adaptable a otros escenarios, como la ciudad y la carretera.

El paso de cinco generaciones

La primera generación se mantuvo sin modificaciones importantes por más de diez años, hasta que en 1978 fue presentada la segunda serie del modelo. Para darle vida se adaptó una plataforma de la camioneta F-100, lo que por supuesto aumentó sus dimensiones hasta acercarla a su máximo rival de la época, que era la Chevrolet Blazer.

Un dato curioso es que esta segunda generación se mantuvo activa por poco más de un año, siendo reemplazada en 1980. En este segundo capítulo se descartaron las siluetas pickup y descapotable, para darle cabida a una variante de tres puertas (incluyendo portalón) a la que se le podía remover el techo rígido. En el vano frontal se ubicaba un motor V8 de 5.8 litros del que se obtenía una potencia máxima de 149 CV, una cifra poco impresionante a decir verdad; se sumó otro bloque del mismo tipo pero con 6.600 cc, cuyo erogue de potencia tampoco era extraordinario.

Lo interesante es que en esta generación el mayor tamaño permitió ofrecer un habitáculo mucho más adecuado a una familia, siendo además la lista de equipamiento uno de sus recursos más válidos frente a la competencia. La suspensión se mejoró, para afinar el manejo en asfalto, y como el diseño exterior dejó de ser espartano los puristas lo acusaron de haberse “suavizado”; pero después de una década la fisonomía debía cambiar… eso era inevitable.

En 1980 llegó la tercera generación y esta se mantuvo en el mercado hasta 1986. Los cambios de diseño fueron leves, aunque en esta evolución destaca que por primera vez el Bronco superó la barrera de los 200 caballos, mediante un bloque V8 de 5.8 litros que en estricto rigor erogaba 210 CV.

En 1987 la cuarta generación del Bronco salió a las calles, hornada en la que más allá de los avances estéticos se concentró en ofrecer mejoras técnicas y en el importante asunto de la habitabilidad. Los mismos motores V8 fueron equipados con inyección de combustible, lo que por supuesto mejoró su rendimiento y performance, y la suspensión recibió un calibrado más apto para el asfalto que para otros terrenos; hasta 1991 los usuarios debieron soportar la presencia de este remedo del Bronco original… esta cuarta serie no fue tan bien recibida como las dos primeras.

En 1992 se devela la quinta generación, conocida como el ocaso del Bronco, porque cuatro años más tarde el modelo fue sacado del line up para reaparecer 25 años después. En esta evolución destacaron los aportes en materia de seguridad, como la introducción del airbag, de los cinturones de tres puntas en la banca trasera y los frenos ABS de cuatro sensores; en cuanto a arquitectura se siguió optando por una carrocería de tres puertas, algo que en esos años atentaba contra la funcionalidad del producto.

Y así llegó el final del Bronco, un adiós mediático e incluso policial, un asunto que no viene al caso narrar en esta crónica. La sexta generación fue anunciada con bombos y platillos, y la buena noticia es que entre sus opciones de carrocería vuelve a estar presente una variante de entrevía corta y otra de tipo descapotable. Desde ahora Bronco se convierte en una submarca de Ford, como una forma de honrar a uno de los ejemplares más icónicos de esta firma estadounidense.

 

 

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